English text

LA VANGUARDIA DOMINGO, 7 DE SEPTIEMBRE DE 2003

POR EL DEFENSOR DEL LECTOR: JOSEP M. CASASÙS

El caso comenzó con las sospechas de un lector


Foto: CARMEN TAYLOR / CNN
Una de las fotos que fueron analizadas

Una mañana del pasado febrero entró un joven lector en la sede de LaVanguardia.es con una noticia en ciernes que él intuyó al mirar con atención fotos y vídeos sobre el 11-S.

Hay lectores descubridores. Son lectores que tienen la oportunidad de aportar noticias. Dan una exclusiva a su diario. Es una iniciativa que se agradece. Estos lectores son eficaces periodistas espontáneos. Esto ha ocurrido en el caso del misterio del avión estrellado contra el World Trade Center de Nueva York el 11 de septiembre de 2001.

El lector que entró aquella mañana de invierno en la redacción de LaVanguardia.es con unas fotos bajo el brazo fue atendido por el redactor Josep Maria Calvet. El lector –que pide ampararse en el anonimato de sus iniciales (R.R.)– invitó al periodista a fijarse en unos detalles de las fotos: dos formas raras que aparecían bajo el avión.

Así arrancaron los trabajos periodísticos cuyos resultados salieron en “La Vanguardia” del 22 de junio y del 13 de julio de 2003, y que comenté, a petición de un lector, en la última crónica del pasado curso, la publicada el 27 de julio de 2003.

Una función del defensor del lector descrita en el estatuto de “LaVanguardia” es explicar el proceso seguido en la preparación, elaboración y publicación de un material periodístico que motive su intervención. En este caso concurren circunstancias que invitan a narrar la historia interna de estos reportajes.

¿Es una primicia de “La Vanguardia”? ¿Cómo se enteraron los periodistas de que había un misterio en el caso de ese avión?

Dos días después de aquella visita del lector R.R., la redacción de LaVanguardia.es se puso en contacto con Eduardo Martín de Pozuelo para que viera las fotos y emitiera su opinión sobre las manchas o formas advertidas en las imágenes del avión instantes antes de estrellarse contra el rascacielos.

En la redacción de LaVanguardia.es habían comprobado que las fotos no estaban manipuladas, y que coincidían con las custodiadas en los archivos del diario.Cierto. Había unas “manchas” o “formas” raras.

Martín de Pozuelo se puso manos a la obra. Se reunió con R.R. y con Calvet en la sede de LaVanguardia.es. Durante dos largas tardes repasaron juntos fotos, vídeos y todo el material gráfico que pudieron reunir sobre el ataque contra las torres de Nueva York. ¿A qué conclusiones llegaron?

Constataron una evidencia: la presencia de “manchas” en el fuselaje del avión. No podían determinar la naturaleza del detalle.

Martín de Pozuelo expone al defensor que entonces no estimó aún pertinente publicar nada sobre el caso. Faltaban datos y fuentes fiables. Dice sobre esas “manchas”:
“Me parecía un efecto óptico pero como no dejaba de ser una apreciación totalmente subjetiva mostré las fotos a los compañeros fotógrafos para que dieran su opinión como expertos en imagen. Sopesaban como yo la hipótesis de un efecto óptico y la de un objeto añadido”. Los periodistas perseveraron.

Consultaron a otra persona experta, la profesora Amparo Sacristán, especialista en procesado de imágenes y microelectrónica de la Universitat Politècnica de Catalunya. Su primer dictamen les animó a seguir en la investigación periodística. La doctora Sacristán sometió las fotos a un análisis digital, y concluyó que lo que se percibe en ellas son formas y no brillos. El resultado de esta nueva fase era sorprendente e inquietante.

Xavier Mas de Xaxàs, que era el corresponsal de “La Vanguardia” en Estados Unidos aquel 11 de septiembre de 2001, indagó en informaciones publicadas o no publicadas que pudieran aportar alguna luz. Recopiló datos sobre la falta de seguridad en el aeropuerto de Logan (Washington).

Al mismo tiempo, Martín de Pozuelo consultó a expertos en aviación. Entre ellos un ingeniero aeronáutico que nos pide no ser identificado, debido a su cargo. Durante toda una mañana analizó las fotos en “LaVanguardia”. Su dictamen reforzó la hipótesis de que había algo añadido al fuselaje.

Los dos periodistas que conducían la investigación no se conformaron, por supuesto. Eran escépticos. Decidieron dar otro paso para salir de dudas. Recurrieron a fuentes norteamericanas. La compañía Boeing, en Seattle, accedió a revisar las fotos y a dar sus conclusiones. Las fotos se enviaron por vía electrónica desde “La Vanguardia”.

Durante diez días, por teléfono y por correo electrónico, la compañía aérea contestaba a requerimiento de los dos periodistas de “La Vanguardia” que las fotos eran estudiadas por diversos departamentos de la empresa. Al final, desde Seattle llegó una frase sorprendente y enigmática: “No podemos decirles lo que es. Motivos de seguridad”.

En ese momento los dos periodistas consideraron que había elementos suficientes para informar a los lectores de “La Vanguardia”. Texto y fotos fueron entregados a la dirección del diario para que evaluase la conveniencia de publicar un primer reportaje. Salió el domingo 22 de junio. Causó impacto, incluso en Estados Unidos, donde una web especializada en el 11-S colgó la traducción de este trabajo de “La Vanguardia”.

Los dos reporteros preguntaron una vez más a Boeing: “¿Hay alguna novedad?”. Contestación: “No hay respuesta por razones de seguridad”. Una negativa que no disipa el misterio. Por eso siguen investigando.


English text

Volver a Los Misterios del 11-S