Vuelo 175. Reseña Loose Change

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“Todos se ven obligados a escucharnos”

Empezó como una brevísima película en internet que atacaba las “mentiras” que rodean el 11-S. Ahora, millones de personas han oído su mensaje. Tanto si te gusta como si la detestas, no puedes ignorar Loose Change, dice Ed Pilkington.

Viernes, 26 de enero de 2007
The Guardian


A cuatro horas de coche de Manhattan, en las montañas Catskill, Oneonta es lo más parecido a una tierra de patanes fanáticos que te puedas encontrar en el estado de Nueva York. A medida que la carretera se encarama, el camino se estira a través de colinas boscosas salpicadas de bungalows con cadillacs herrumbrosos aparcados enfrente. En esta época del año, la zona debería hervir de esquiadores llegados de la ciudad, pero El Niño y el calentamiento global han acabado con ello. Con la nieve ausente, esta parte de América, famosa por su belleza, presenta un aspecto decaído y desastrado.

Al final del recorrido hay un barracón de tablones blancos, rodeado de campos fangosos, y un par de cobertizos ruinosos. Dentro, la casa está amueblada apenas con sillas de plástico y una raída alfombra marrón. En el dormitorio trasero, tres veinteañeros sentados sobre un colchón miran en una gran pantalla de plasma Padre de familia, una serie de televisión animada, y juegan con un cachorro. En la mesa que tienen delante, tres pantallas de ordenador muestran, incongruentemente, el perfil de Manhattan en segmentos, como un tríptico del siglo XXI.

A primera vista, parece un escenario poco probable para lo que no sería descabellado llamar una revolución en la distribución filmográfica. Ni esta habitación ni los chicos de veintialgos sentados en ella tiene aire de Beverly Hills. Pero si te paras a pensar, es el escenario perfecto para el cuartel general de un fenómeno que ha puesto patas arriba la logística de las películas normales, desafiado todas las presunciones sobre la realización de documentales y el periodismo, y convocado un ejército de cientos de miles de devotos "info guerreros".

Es el dormitorio de Dylan Avery, el director y creador de Loose Change, la película de más éxito salida de lo que sus seguidores llaman el Movimiento por la Verdad del 11-S. Vulgarmente se les conoce como teóricos de la conspiración. Creen -o, mejor dicho, insisten en que pueden demostrar- que los ataques de Nueva York y Washington del 11 de septiembre de 2001 no fueron obra de Osama bin Laden, sino de elementos de dentro del mismo gobierno de los EEUU. Ellos rechazan el término "teóricos de la conspiración" argumentando que, si aceptas la versión oficial sobre el 11-S, de todos modos también te apuntas a una teoría sobre una conspiración: una conspiración de Al-Qaeda.

Mucha gente piensa que el mundo de tales escépticos antisistema es, por decirlo educadamente, altamente sospechoso y que ronda la ofensa. Es lo que el equipo de Loose Change ha tenido que oír de unos cuantos familiares de víctimas del 11-S, aunque Avery afirma que muchos más les han ofrecido su apoyo. Pero dejemos de lado toda incredulidad instintiva que nos pueda producir lo que dicen -volveremos a eso más adelante- y consideremos por un instante su impacto.

El movimiento de los escépticos del 11-S ha tenido un éxito asombroso en sembrar la duda a lo largo y ancho de los EEUU. Encuestas recientes sugieren que más de un tercio de los estadounidenses creen o bien que la versión oficial de los hechos nunca sucedió, o bien que los políticos estadounidenses sabían de la inminencia de los ataques, pero no hicieron nada por impedirlos.

De por sí, estas cifras ya son impresionantes. Y mirad el éxito que ha tenido Loose Change. Google Video hace de portal para la película y también muestra el recuento continuo de veces que ha sido visionada desde agosto pasado. En el momento de escribir estas líneas, es de 4.048.990. Cuando las hayáis leído, habrá aumentado considerablemente. Además, el 11 de septiembre del año pasado, la televisión mostró la película a 50 millones de personas en 12 países; se han vendido 100.000 DVD y se han distribuido gratuitamente 50.000 más. Luego están todos los que han visto a película pero a los que no se cuenta, porque los autores incitaron activamente a sus partidarios a copiar la película y distribuirla entre sus amigos. Avery dice que 100 millones de personas -"fácilmente"- la han visto. Quizá sea una exageración, pero es justo reconocer que está pasando algo extraordinario.

La historia de Loose Change empieza en mayo de 2002, en la noche de la inauguración de un restaurante mediterráneo de Oneonta donde Avery, que entonces tenía 19 años, trabaja de lavaplatos. Uno de los invitados a la fiesta es James Gandolfini (también conocido como Tony Soprano), amigo del dueño, y Avery comienza a charlar con él. "Empezamos a hablar de películas y paridas así”, recuerda Avery. "Gandolfini me dijo, si quieres hacer algo importante, tienes que hablar al mundo entero. Tienes que tener algo que decir”.

Avery acababa de terminar la escuela secundaria. Ya hacía tiempo que era un apasionado de las películas, un fan de Tarantino, Fight Club y The Matrix. Le entraron ganas de escribir una novela o un guión para el cine. Empezó a juguetear con la idea de una obra de ficción que explorara la fantasía de que, en realidad, el 11-S no había sido obra de 19 árabes con cuchillos de abrir cajas de cartón, sino del gobierno americano, como un ataque a las mentes de su propia gente. En ese momento, no escribía más que pura ficción. Pero cuando empezó a investigar el 11 de septiembre para dar cuerpo a la historia, comenzó a tropezarse con pruebas que le hicieron cambiar de rumbo. Todas las imágenes de archivo y los relatos de los testigos oculares que reunió, dice, "sencillamente no cuadraban".

El segundo de los tres chicos de veintitantos entra en escena. Es Korey Rowe, que ahora tiene 23 años y es el mejor amigo de Dylan en Oneonta. Hace cinco años, Rowe se enroló en el ejército porque no tenía nada mejor que hacer y porque le habían dicho que en el campo de entrenamiento se jugaba mucho al golf. Luego llegó el 11-S y "el mundo se volvió loco". Le destinaron a Afganistán por seis meses y después a Irak, por un año. Rowe logró salirse del ejército en 2005 y se unió a Avery a tiempo completo para la realización de Loose Change. Para entonces, empezaba a tomar la forma de una película hecha en parte de realidad y en parte de ficción, pero finalmente decidieron que tenían material suficiente como para sacarlo todo en forma de documental.

La primera versión de Loose Change, que duraba 30 minutos y fue producida con un maltrecho portátil Compaq Presario (que costó 1.500 $), quedó terminada en abril de ese año. La segunda versión, más larga -la que ahora se puede ver en internet– salió en septiembre de 2005 con la ayuda de un tercer socio y colega que vivía en Oneonta, Jason Bermas, de 27 años.

Completamente autodidacta y sin ni un título de periodismo entre los tres que llegara más allá del par de cursos en medios de comunicación que Jason cursó en la universidad, estos tres hombres han conseguido desafiar todo el poder conjunto de la administración Bush, el FBI, la CIA y los medios de comunicación de masas. Y si la cifra de espectadores es una medida del éxito, está claro que se han impuesto y con creces.

Se podría especular sobre las razones de su éxito. El 11 de septiembre fue un acontecimiento tan abrumador que muchas personas han aceptado hasta las teorías más descabelladas sobre qué había detrás. La reacción de la administración -Afganistán, Irak, Guantánamo, el endurecimiento de las restricciones contra el terror dentro de América- ha generado profundos miedos sobre las intenciones del Presidente. Y esta receptividad -o incluso necesidad- ante explicaciones alternativas llega justo en el momento en que internet hace posible que tales teorías gocen de una divulgación rápida y generalizada .

La fuerza de la película reside en el hecho de que despliega capa tras capa de análisis aparentemente racionales para desembocar en una conclusión para muchos increíble. La película ha sido compilada a partir de imágenes de archivo originales procedentes de numerosas fuentes de noticias, y esta narrada con la voz suave y casi monótona de Dylan y respaldada por una banda sonora de DJ Skooly que crea un atmósfera siniestra.

Y lo mismo podríamos decir del mensaje. Las Torres Gemelas de Nueva York no se cayeron como resultado directo de los aviones que se estrellaron contra ellas ni del subsiguiente incendio; se las derrumbó con una serie de explosiones controladas. El hermano de George Bush, Marvin, ocupaba un sillón en la junta de una compañía que había asegurado las torres.

"Creo que lo que pasó con el World Trade Centre es bastante sencillo", dice Avery en la película. "Fue derrumbado en una demolición cuidadosamente controlada. Fue un ataque psicológico contra la población americana y fue concluido con precisión castrense".

El Vuelo 77, que supuestamente volaba hacia el Pentágono, no hubiera podido volar a esa velocidad sin caer en picado. No hay ningún rastro de trozos de avión en las imágenes filmadas del lugar en el que se estrelló, y el edificio presentaba el aspecto de haber sido alcanzado por un misil. En ese momento, Donald Rumsfeld se encontraba a salvo en el otro extremo del Pentágono.

El Vuelo 93, del que se dijo que se había estrellado en un campo cerca de Shanksville, en Pensilvania, nunca cayó en ese lugar. En cambio, sí que aterrizó en el aeropuerto de Cleveland poco después de que el aeropuerto hubiera sido evacuado. Las emotivas llamadas telefónicas de los supuestos pasajeros a sus familiares antes de “morir” fueron dramatizaciones.

El argumento tiene varios defectos. La lista de quienes hubieran tenido que participar en el complot es tan larga que es inverosímil que se haya mantenido en secreto, desde el mismo Bush hasta Rumsfeld y Cheney, pasando por el FBI y el Pentágono, etc., etc. Gran parte de las pruebas aportadas que aparecen en la película fueron recogidas en los primeros minutos y las primeras horas después de los ataques, cuando reinaba la confusión. Y puede que George Bush sea un presidente desastroso y deshonesto pero, ¿sería realmente capaz de una monstruosidad de tal calibre?

Los tres jóvenes tienen respuestas inmediatas a todas las objeciones que les puedas plantear. Puede que hubiera un montón de personas involucradas –creen que unas 100–, pero solo un puñado habría estado al corriente de todo el plan. En cuanto a que Bush actuara de un modo tan atroz, ¿acaso no han demostrado los líderes de cualquier parte del mundo que son capaces de actos monstruosos?

Es inútil discutir con ellos, y esto es algo que hasta ellos reconocen. "No podéis pararlo, no podéis detenernos", dice Jason. "Muchos medios han intentado ignorarnos, pero al final todos se ven obligados a escucharnos, porque sus audiencias se lo exigen". Tiene razón. El crecimiento exponencial de Loose Change está forzando gradualmente la entrada de la película en los medios de comunicación de masas. Aunque empezó como un fenómeno de internet, significativamente alcanzó sus cotas más altas después de que la película estuviera en antena en viejas plataformas mediáticas tales como Air America y las emisoras de radio Pacifica, los canales de televisión locales de Fox y las emisoras de todo el mundo, incluidas emisoras estatales de Bélgica, Irlanda y Portugal. Aunque, de momento, ninguna cadena británica ha sido lo bastante imprudente -o, como dirían los directores, lo bastante valiente- como para picar.

"No se parece a nada de lo que he hecho antes", dice Tim Sparke, de MercuryMedia, que es quien se ocupa de la distribución internacional de la película. "Ha obligado a millones de personas a plantearse si pueden confiar en los grandes medios de información y, al evitar a las emisoras y recurrir a la distribución por internet, ha alterado profundamente el equilibrio de poder en los medios de comunicación. Con un poco de dinero y de entusiasmo, cualquier persona puede hacer una película importante".

Avery y compañía aún tienen que pasar la prueba definitiva. Están montando Loose Change: Final Cut con un Power Mac G5 mejorado (que costó 5.000 $). Han filmado entrevistas originales con los involucrados de Washington, contratado a abogados que les resuelvan los problemas de copyright de las imágenes prestadas, encargado gráficos 3D a Alemania, y reclutado a un profesor de teología para que verifique los hechos y haga de asesor. Y esperan que el resultado final se vea en Cannes, y que la película se estrene en los cines de América y de todo el mundo en el sexto aniversario del 11-S.

Si sucede, habrán logrado la cuadratura del círculo. Los directores underground habrán salido a la superficie en busca de aire, exponiendo a muchos más millones de personas a su argumento –y a sí mismos a un intenso escrutinio. Echaos un poco atrás y disfrutad de los fuegos artificiales.


Fuente:
'They're all forced to listen to us', The Guardian, 26 de enero de 2007

Vínculos sobre papel

Mil novecientos ochenta y cuatro, George Orwell

El aprendiz de brujo (Der Zauberlehrling), Johann Wolfgang von Goethe

El traje nuevo del Emperador, Hans Christian Andersen

Un mundo feliz, Aldous Huxley

Nuestro hombre en La Habana, Graham Greene

Amigos absolutos, John le Carré



Vínculos cybernéticos

9/11 Review.org
(Ya en castellano)

¿Que ocurrió realmente el 11 de septiembre?

The Incredible 9/11 Evidence we've All been Overlooking, Leonard Spencer (inglés)

9/11 was a Hoax, John Kaminsky (inglés)

Operation Pearl (long), A. K. Dewdney (inglés)

Blix acusa a Londres de exageración - BBC Mundo

"Bush planeó el «cambio de régimen» de Irak antes de convertirse en presidente", Neil Mackay

This war is not yet over, Jonathan Freedland (inglés)

The Petro-Dollar Wars, Senator Tim Ferguson (inglés)

September Eleventh Families For Peaceful Tomorrows (inglés)

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